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Parque y fuerte San José: la fuente fue donada por americanos residentes

Santo Domingo, RD. En la zona del malecón a mano izquierda, frente al monumento de fray Antón de Montesinos está San José, un conjunto de parque y ‘fuerte hasta cuyos muros llegaban las aguas del Mar Caribe’. Lo sé por María Ugarte, que así escribía en Fortificaciones coloniales de Santo Domingo. Es, empero, a través de las fotos tomadas por mi hijo Alexis que me entero que la fuente, la cual recuerdo desde mi niñez, fue un regalo de los americanos residentes, en el centenario de la Independencia. Una tarja lo señala. Se levanta en el parque, también, el Monumento de la Inmigración Agrícola Japonesa en República Dominicana. Una tarja cita los nombres de los primeros japoneses que llegaron al país (en el año 1956). Los apellidos incluyen Okubun, Omatsu, Nakahira, Nishio, Oba, Osera, Saito, Sakamoto, Sasaki, Satake, Shiraki… No sé si tiempo después regresaron a Japón o si alguno se quedó.

Faro robado

‘Allí había un faro, si mi memoria no me engaña’, comentó a Alexis. En el libro de Ugarte lo confirmo. ‘En el terraplén de este baluarte colonial se instaló en el 1853 un moderno faro, llamado por los capitaleños la Farola. Su torre cilíndrica de hierro medía 85 pies de altura´. Un día ‘el faro desapareció ominosamente a poco de cumplir su centenario, arrancado de cuajo por un personero de la tiranía de Trujillo, que decidió aprovechar en beneficio propio el magnífico material del hierro de que estaba construido’. En cierto modo, ayer igual que hoy…

Entre los materiales utilizados en la base del faro había fragmentos de ruinas coloniales cuya procedencia no pudo establecerse. Al eliminar dicha base, cuando en la década de 1970 empezaron a restaurar el fuerte, se descubrieron ‘diversas molduras de piedra y un escudo tallado, también en piedra, con el campo borrado’. Tampoco de estos se logró conocer el origen.

Fortín

El Fuerte de San José se levanta entre el Paseo Padre Billini (malecón) y las calles Arzobispo Meriño, José Gabriel García y 19 de marzo. Construido en el siglo XVIII, sus baterías eran de escasa altura que apenas alcanzaba cuatro pies, porque ‘de por sí los acantilados protegían la ciudad’. Fue restaurado con muros a menor altura ‘para salvar la perspectiva del paisaje marino’ y con sencillas garitas en sus extremos. En dos de sus flancos se montaron cañones españoles que se encontraban en el bastión antes de restaurarlo.

Tomado del Listín Diario