Las buenas relaciones imperantes entre las monarquías española y francesa en el siglo XVIII hicieron posible que ambos reinos lucharan aliados en Europa, Asia y América, en contra del imperio británico.
En varios de estos conflictos, entre los cuales podemos mencionar la Guerra de la Sucesión Española (1702-1713), la Guerra de la Oreja de Jenkins, de Italia o del Asiento (1739-1748), y la de los Siete Años (1756-1763), domínico-españoles recibieron de manos del Gobernador del Santo Domingo Español o de la Real Audiencia patentes de corzo para atacar naves inglesas, las que pasarían a ser propiedad de quienes se apoderasen de ellas, junto con todo lo que llevasen a bordo.
Esta actividad resultó muy beneficiosa a los corsarios domínico-españoles, como lo prueba el hecho de que el capitán Lorenzo Daniel, alias Lorenzín, quitó a los ingleses más de sesenta barcos mercantes y de guerra durante su carrera como corsario.
Las buenas relaciones entre las Coronas española y francesa hicieron posible la firma del Tratado de Aranjuez, en 1777, mediante el cual se trazaron los límites fronterizos entre las colonias del Santo Domingo Francés y del Santo Domingo Español.