Tres fármacos logran beneficios en los enfermos en las fases iniciales de la enfermedad
Aducanumad, lecanemab y ahora donanemab. En un breve periodo de tiempo han aparecido tres nuevos medicamentos que podrían abrir un nuevo escenario en el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer, especialmente para las personas afectas y sus familiares.
El pasado mes de mayo, la compañía Eli Lilly anunció resultados positivos de un ensayo de fase 3 del tratamiento con el anticuerpo donanemab para tratar la enfermedad de Alzheimer en fase inicial. Ahora, el estudio, que incluyó 1.736 personas en ocho países durante un periodo de 18 meses, se publica en la revista «JAMA» y muestra que, en algunos casos, se ralentizó la progresión clínica de la enfermedad.
A tener de estos resultados, la autoridad sanitaria de EE.UU. (FDA) prevé la aprobación de este tercer fármaco contra el alzhéimer. De momento, estos medicamentos no están aprobados ni en Europa ni en España, aunque la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) está en proceso de evaluación de lecanemab, que podría estar aprobado en el último trimestre del año.
Sin embargo, al igual que los dos fármacos ya aprobados, donanemab es eficaz en las primeras fases de la enfermedad, por lo que algunos expertos, como sgún Gil Rabinovici, director del Centro de Investigación de la Enfermedad de Alzheimer de la UCSF, siguen siendo necesarias otras terapias para ayudar a las personas con la enfermedad avanzada.
Es probable que éste sea «sólo el capítulo inicial de una nueva era de terapias moleculares para la enfermedad de Alzheimer y otros trastornos neurodegenerativos relacionados», escribe Rabinovici en un editorial publicado en «JAMA» con los resultados del último fármaco, donanemab. Rabinovici no participó en el ensayo.
Donanemab es un anticuerpo monoclonal que, al igual de los otros dos fármacos, atacan las placas cerebrales formadas por una proteína llamada amiloide. Alteran la función celular y provocan la rápida propagación de otra proteína llamada tau. Tanto el amiloide como la tau contribuyen al desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.
El ensayo que ahora se publica en «JAMA» demostró que donanemab ralentizaba el deterioro cognitivo en un 35% en comparación con placebo en pacientes con niveles de tau en el cerebro de bajos a intermedios. Estos resultados son similares a los obtenidos con lecanemab, que recibió la aprobación de la FDA a principios de este mes. En el ensayo con donanemab, los pacientes también experimentaron un 40% menos de riesgo de pasar de deterioro cognitivo leve a demencia leve, o de demencia leve a moderada.
El nuevo medicamento eliminó mejor las placas amiloides que los dos otros dos fármacos uy, aunque redujo las concentraciones de tau en la sangre, no lo logró en una zona clave del cerebro.
A pesar de que estos resultados son alentadores, Rabinovici señala que aún es necesario un análisis en profundidad para comprender cómo afectan estos hallazgos a los resultados de los pacientes.
Al igual que los otros dos fármacos, donanemab apenas tuvo efecto en los pacientes con una enfermedad más avanzada.
Así, su uso debe limitarse a pacientes con niveles de tau de bajos a intermedios, lo que indica una enfermedad leve. Otros ensayos están evaluando la eficacia de los anticuerpos monoclonales en la fase inicial de la enfermedad, antes de que aparezcan los síntomas.
Al igual que los otros dos nuevos fármacos contra el Alzheimer, donanemab se asoció a ARIA, anomalías en las imágenes relacionadas con el amiloide que pueden incluir inflamación cerebral y microhemorragias. Se produjeron ARIA graves en el 3,7% de los pacientes, incluidas tres muertes. Los riesgos fueron mayores entre los pacientes con el gen APOE4, relacionado con un mayor riesgo de Alzheimer. Por este motivo, según Rabinovici, debería recomendarse la realización de pruebas genéticas antes del tratamiento con anticuerpos monoclonales.
Siguen preocupando los efectos secundarios de estos fármacos. Tal y como asegura Ivan Koychev, de la Universidad de Oxford (Reino Unido), a Science Media Centre, una proporción significativa de pacientes desarrolló una forma de edema cerebral aunque, como dato positivo, este efecto secundario se resolvió sin causar síntomas en la mayoría de los pacientes.
En opinión de Liz Coulthard, de la Universidad de Bristol (Reino Unido), «estos datos empiezan a mostrar cómo podemos adaptar el tratamiento a los pacientes que más se beneficiarán (es decir, aquellos con evidencia de amiloide sin niveles muy altos de tau) y cómo podemos limitar la dosis de la medicación. Esto es muy importante en la práctica clínica, sobre todo, porque hay efectos secundarios y los costes pueden ser significativos».
Sin embargo, añade, «adoptar ese tratamiento tan sofisticado implica cambios y requiere recursos enormes. Tenemos que transformar nuestro acceso a los escáneres cerebrales y las salas de infusión y formar a personal cualificado para administrar estos tratamientos».
El alzhéimer, señala a SCM, «es una enfermedad común y queremos que las personas puedan optar al tratamiento en función de sus necesidades, en lugar de limitar el acceso a quienes pueden pagar una asistencia privada o viven en determinadas zonas del país».
Selección de pacientes
Dado el elevado coste previsto del donanemab y la gran demanda de los pacientes, Rabinovici reconoce que podría tener sentido limitar la duración del tratamiento al tiempo necesario para eliminar las placas amiloides del cerebro, que es el planteamiento pionero del ensayo. Dice que esto podría «mejorar enormemente la viabilidad del tratamiento para pacientes, clínicos, aseguradoras y sistemas sanitarios».
Y, por último, se desconoce si este beneficio continuaría después de 18 meses.