El Ejecutivo polaco está decidido a impedir a toda costa que sea renovado el mandato del actual presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en lo que constituye la primera ocasión en que un país miembro de la UE se empeña en descabalgar a un dirigente europeo de su nacionalidad. La primera ministra polaca, Beata Szydlo, del partido populista y euroescéptico PiS, ha amenazado incluso con invocar la llamada «cláusula de Luxemburgo» para poder vetar la decisión de renovar a Tusk su mandato por dos años y medio más, como quieren el resto de países.
La cumbre que comienza hoy y que probablemente será la última antes de que se desencadene el proceso de salida del Reino Unido, se preveía tranquila hasta que el Gobierno polaco lanzó un inesperado órdago presentando como candidato alternativo a Tusk al eurodiputado Jacek Saryusz-Wolski, un gesto «chusco» y «peculiar», según fuentes diplomáticas. Primero porque si Tusk dejase el cargo, su sustituto no podría ser polaco, sino de otra nacionalidad; y segundo, porque Saryusz ha dejado el grupo popular europeo antes de ser expulsado por prestarse a esta maniobra.
Pero Szydlo está dispuesta a dar la batalla hasta el final y ha enviado una carta a los demás gobiernos en la que acusa a Tusk de haber interferido en la política polaca y de «conspirar con la oposición para derribar al Gobierno». Su animadversión hacia el que fue su predecesor en el cargo le ha llevado incluso a acusarle de haber asesinado al entonces presidente del país, Lech Kaczynski, hermano gemelo del actual líder del PiS, que murió en un accidente aéreo en 2010.
Países euroescépticos
Sin embargo, los principales estados están a favor de que Tusk se mantenga en el puesto. Hungría, que es uno de los principales aliados de Polonia, no ha aclarado qué decisión tomará en la cumbre, pero al mismo tiempo ha hecho saber que están «satisfechos» con la gestión de Tusk. El Reino Unido, que es otro socio euroescéptico de Polonia, no ha querido interferir. Y, sobre todo, prevalece la decisión de Alemania, que no quiere ceder al chantaje de Polonia, y de Francia, cuyo presidente insiste en que fue él quien propuso a Tusk. España también le apoya. Según la tradición, los líderes europeos escogen para presidir el Consejo a uno de sus pares.
Aunque no está escrito en los tratados, un eurodiputado desconocido difícilmente podría lograr la confianza de los jefes de Estado o de Gobierno. Nunca se ha llegado a votar esa elección porque siempre ha habido un consenso total, aunque formalmente basta con una mayoría calificada. Sin embargo, Polonia ha advertido de que no se conforma con el hecho de que se vote y que conste que no apoyaron a Tusk. Quieren invocar la «cláusula de Luxemburgo» que prevé que si un país considera que el asunto es de un interés vital para sus intereses, se pueda forzar a una decisión por unanimidad, lo que le permitiría vetar la renovación del mandato de Tusk. Sin embargo, fuentes diplomáticas dijeron ayer que es «altamente improbable» que ese argumento sea aceptado por los demás países.
Líderes populares
El único problema que había presentado la renovación del mandato de Tusk era su condición de miembro del Partido Popular Europeo. En efecto, después de que fuera elegido como presidente del Parlamento el popular Antonio Tajani, se ha dado la circunstancia de que por primera vez a la cabeza de las tres grandes instituciones están tres líderes del grupo popular.
Pero los miembros del Consejo Europeo habían dicho que querían aislar esta decisión de las del resto de las instituciones y que estaban de acuerdo con prolongar el mandato a Tusk. Ahora se considera que es «demasiado tarde» para empezar a buscar a un candidato socialista, aunque también ha sonado para el cargo en los últimos días el nombre del presidente francés, François Hollande, que dejará en cuestión de semanas la presidencia de la República ya que no se presenta a las elecciones. En todo caso, jamás sería alguien respaldado por un partido euroescéptico y populista como el PiS.