Tres semanas después del inicio de la ofensiva contra Mosul y con el Ejército de Irak presente ya en seis distritos de la ciudad del norte del país, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), coalición de grupos armados encabezada por kurdos y con presencia de árabes que cuentan con el respaldo de EE.UU., anunciaron el inicio de las operaciones para liberar Raqqa, capital de Daesh en Siria. El Pentágono ya tiene el doble frente que buscaba contra unos yihadistas que deberán dividir esfuerzos para defender los dos ejes sobre los que ha girado su «califato» desde su proclamación en 2014.
Pero Raqqa no es Mosul, y la guerra en Siria no es la como la guerra en Irak. Los estadounidenses mantienen la línea roja de no desplegar soldados sobre el terreno y, mientras que en la ofensiva por Mosul cuentan con el Ejército de Irak y los peshmergas kurdos, el asalto a la capital siria del «califato» arroja muchas dudas sobre quién liderará los combates debido a la tensión entre los grupos armados kurdos y Turquía que, como en Irak, también ha mostrado su disposición a intervenir.
«Cólera del Éufrates»
El anuncio de la ofensiva de la operación para liberar Raqqa, bautizada como «Cólera del Éufrates», lo realizó Jihan Sheij Ahmad, portavoz de las FDS, quien aseguró que «comenzó la gran batalla para la liberación de Raqqa y su provincia». Poco después llegó la confirmación desde Washington del inicio de las operaciones para «aislar» Raqqa, paso previo a su «liberación», estrategia similar a la que se desarrolla en Mosul.
Estados Unidos ha encontrado en las Unidades de Protección Populares (YPG) kurdas su mejor aliado en la lucha contra Daesh en Siria, pero su vinculación con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) preocupa a Turquía y por ello, desde hace poco más de un año, se establecieron las FDS. En esta coalición los kurdos de las YPG siguen siendo la fuerza principal, pero hay también otros grupos, incluidos milicianos árabes del antiguo Ejército Sirio Libre, turcomanos o armenios, y de esta forma se pretende diluir el efecto de respaldar a una facción vinculada al PKK, formación incluida en la lista de organizaciones terroristas de Europa y Estados Unidos.
«Cincuenta consejeros y expertos estadounidenses están presentes en el centro de operaciones», aseguraron los responsables de las FDS, que habrían recibido «una primera entrega de arsenal y material, como armas antitanque», señaló Talal Sello, portavoz de una coalición que ha logrado reunir a 30.000 hombres para este asalto a Raqqa en el que «no habrá ningún papel para Turquía», aseguró. Un matiz importante debido a que el Gobierno de Ankara tiene a su Ejército desplegado al norte de Alepo en la operación «Escudo del Éufrates», en la que, además de expulsar a Daesh de la frontera, ha evitado que los kurdos den continuidad física a los tres cantones que componen Rojava, el Kurdistán de Siria.
Pero se trata de una afirmación contradictoria, ya que días antes del anuncio de las FDS el ministro de Defensa turco, Fikri Isik, se reunió con el secretario de Defensa estadounidense, Ash Carter, y aseguró que la intención de Washington era trabajar con ellos en la liberación de Raqqa.
Tras años de enfrentamiento con Al Assad y de permitir la circulación de yihadistas de todo el mundo por su territorio para que derrocaran al régimen sirio, ahora el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha cambiado de estrategia. En Irak y en Siria quiere ir de la mano de EE.UU. para combatir a Daesh, pero en el caso sirio ha dado un giro total y es también aliado de Rusia, uno de los países que junto a Irán hace posible que Assad siga en el poder. Los turcos se presentan, a ojos del Kremlin, como la alternativa más seria para intentar ayudar a llenar el vacío de poder que existe en amplias partes del país en las que no hay presencia del Gobierno de Damasco.