Relatos

Luchas de Benito Monción en la Línea Noroeste

La Línea Noroeste, y en particular Montecristi, quedó encendida tras la Guerra de la Restauración. El hombre clave detrás de cada movimiento era el general Benito Monción, vegano de nacimiento, pero liniero por adopción, ya que se crió en la región. Monción fue un héroe nacional. Siendo mocetón participo en la Guerra de Independencia y estuvo en la primera fila de la Restauración. La época y el personaje son retratados por Rufino Martínez en su Diccionario Biográfico – Histórico Dominicano en los siguientes términos:

“El general Benito Monción es figura regional. Su aspiración no rebasa los linderos de la Línea Noroeste, donde logra imponer la autoridad de verdadero cacique. En plena campana libertadora le malearon los vicios del politiqueo, relacionados con el sabor de jefatura. Nadie se encariñó tanto con las revueltas. Si ellas no le iban a buscar, las armaba: más en ello perseguía su propósito particular de cacique. Secundó a Pimentel en el derrocamiento de Polanco el mes de enero de 1865, y un mes después conspiraba contra el presidente Pimentel.

No habla pasado un mes de liberado el suelo patrio, cuando un pronunciamiento en la Capital provocó la caída de Pimentel. Monción en Santiago se adelanta a provocar la adhesión del Cibao a dicho movimiento, sin conocer personalmente a quienes lo habían producido. A la llegada de Báez en diciembre del mismo año, corresponde al pronunciamiento promovido por Luperón en Puerto Plata; pero lo mismo que éste, es también arrollado. Surge el movimiento del Triunvirato, que debió haber sido suyo también; pero habiendo Báez capitulado, intentó Monción echar a perder el triunfo, sublevándose en la Línea Noroeste, de acuerdo con baecistas de Santiago y Puerto Plata.

No bien se hace cargo José Maria Cabral de la dirección del Poder Ejecutivo, a continuación del régimen del Triunvirato, Monción se insurrecciona, atreviéndose a lanzar un manifiesto, nada menos que en francés, reclamando la vuelta de Báez al poder. Su primer intento era estorbar la juramentación del nuevo Presidente. Cae prisionero en campos de Santiago y es llevado a la Capital y encerrado en la Torre del Homenaje. Más de un año de encarcelamiento le tuvo cohibido para promover una extemporánea revuelta, pero otros como el la llevaron a cabo desde Monte Cristy, (sic) y se vio en libertad al general Benito.»

Monción siguió cambiando de bando, como dice Martínez:
«Ningún gobierno ni propósito revolucionario le puede descartar; él a su vez está atento a las condiciones de estabilidad del gobierno ya los medios de triunfo con que cuenta un movimiento subversivo, porque de fijo no está con nadie, sino con los intereses políticos regionales que representa”.

El último lance de guerra de Benito Monción fue en 1886, cuando en Montecristi se adhirió al general Casimiro de Moya, quien, frustrado por un fraude electoral, se lanzó a la guerra conocida como «la revolución de Moya”. Se peleó en el país, pero el Cibao era el centro, y la Línea Noroeste y Benito Monción eran la cabeza. Los revolucionarios fueron derrotados por Ulises Heureaux, y Monción huyó junto a Moya hacia Haití.

Juan Isidro Jimenes y la expedición del vapor Fanita

En 1898 se registró en Montecristi una última intentona contra la ya prolongada tiranía de Lilís. Fue un desembarco bajo el mando del empresario Juan Isidro Jimenes. Se conoce el episodio como «la expedición del vapor Fanita». En la madrugada  del 2 de junio, dicho vapor ingresó al puerto de la ciudad, estando acompañado Jimenes del general Agustín Morales y otros guerrilleros. Los insurrectos se presentaron a la casa del gobernador Miguel Pichardo (Guelito) y lo arrestaron; por Jimenes se le perdonó la vida, y el funcionario no vaciló en contrarrestar la acción contra su gobierno, logrando aplacar a los revolucionarios. Estos huyeron, dando como resultado una derrota militar.

No obstante, en el piano político, lo del Fanita sirvió para consolidar el liderazgo de Juan Isidro Jimenes. En efecto, al ano de aquellos sucesos se produjo el asesinato en Moca del tirano Ulises Heureaux, y los conjurados decidieron postular a Jimenes como candidato a unas elecciones que se celebraron sin rival en 1899. Ganador de los comicios, al poco tiempo se convirtió en el líder de una de las dos principales banderías políticas que tuvo el país durante los tres primeros lustros del siglo XX.