Inmersos en una nueva gran coalición con Merkel, los socialdemócratas alemanes ven como su perfil político sigue desdibujándose y corren incluso el peligro de desaparecer de la primera liga de la política alemana. Una encuesta Insa realizada en el primero de los Bundesländer, Sajonia, muestra que solamente el 9% de los votantes sigue optando por el SPD. En esa misma encuesta, el partido más radical de izquierda, Die Linke, obtiene el 19% mientras que el partido anti europeo y anti extranjeros Alternativa para Alemania (AfD) se hace con el 24%.
El descalabro para el SPD es evidente y se traslada incluso al bastión irrefutable de Bremen, donde ha sido sobrepasado por la CDU de Merkel, que obtiene el 24% frente al 22% del SPD. Si hoy hubiera elecciones en toda Alemania, sondeos afines como el de Forsa calculan que el solo 18% de los votos serían para el SPD, quedando incluso en tercer puesto y también por detrás de Die Linke, con el 20%, mientras que Merkel sigue anclada en el 32%. La legislatura no hecho más que empezar y los síntomas son ya de situación difícilmente recuperable.
La escisión no declarada entre quienes dentro del partido no querían la gran coalición y entre quienes terminaron imponiéndola ha llevado a la formación política a una guerra interna que bloquea su actividad política. Dentro del gobierno, apenas presentan diferencias decisivas con las políticas de la canciller Merkel, mientras que a iniciativa propia solo lograr trasladar a la opinión pública cuestiones de tan poco alcance como la de la pornografía femenina. En el congreso estatal del pasado fin de semana, el partido dio luz verde a la financiación y apoyo público del cine pornográfico igualitario, una medida con la que se pretende mejorar la educación sexual y concienciar a la ciudadanía sobre la desigualdad de género con la que la directiva pretende presentar una concesión a los Jusos, las juventudes que tan férreamente se opusieron a la gran coalición y que habían propuesto financiar las películas eróticas feministas, un género incipiente en el que por lo visto se respeta la imagen de la mujer delante y detrás de la cámara, de forma que la igualdad de sexos está presente tanto en los actos sexuales explícitos del metraje como en unas condiciones laborales y de producción más justas e igualitarias.
Dentro del partido, todas las esperanzas están puestas en su nueva presidenta, Andrea Nahles, sin duda la única figura del partido capaz de aunar voluntades, pero la causa última del problema es vista en el conjunto de Europa. Fuentes internas del SPD apuntan que la dimisión del ex primer ministro italiano, Matteo Renzi, tras la debacle del gubernamental Partido Demócrata (PD) en las elecciones italianas, ahonda en la crisis que la socialdemocracia europea comenzó a sufrir hace ya casi una década y de la que el SPD alemán es una víctima más. Si a finales de los 90 ganaba elecciones con un 40 % de los apoyos y 20 millones de votos, el declive ha llevado a la formación política a batir reiteradamente sus propios récords a la baja hasta las elecciones de 2017, en las que obtuvo menos de 10 millones de votos y un porcentaje del 20,5 %.
El punto de arranque de esa constante caída, desde 1998, fue la introducción de los recortes sociales de la Agenda 2010, diseñada por el ex canciller Gerhard Schröder, y ha progresado paralelamente con el ascenso de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que habría arrebatado cerca de medio millón de votos a los socialistas solamente en los últimos comicios. «De alguna manera los trabajadores han entendido que los socialdemócratas ya no defienden sus intereses y se marchan a un partido populista que sí dirige su mensaje hacia ellos, aunque sea un mensaje que después no podrá realizarse», señala el politólogo Klaus Dieter Wolf.
El hundimiento de la socialdemocracia alemana estuvo precedido del desplome de sus colegas políticos en la otra gran potencia europea, Francia, donde su catástrofe en las presidenciales fue clave también para el ascenso de la nueva formación de Emmanuel Macron, que toma elementos de la izquierda. Los primeros síntomas de una crisis que ya ha alcanzado una dimensión continental se percibieron en Grecia en 2010, cuando los socialdemócratas iniciaron su caída estrepitosa con la firma del primer rescate del país, a lo que siguió el ascenso de Syriza, formación hasta entonces marginal que supo aunar el descontento por las medidas de austeridad con una política crítica hacia la UE.
En el este de Europa, los socialistas de Hungría, en las elecciones de 2010 y tras ocho años en el Gobierno, cayeron marcados por la crisis económica y los escándalos, de forma que terminaron arrollados por el conservador Fidesz y no han conseguido recuperar el apoyo de los votantes ni tampoco construir una alianza de izquierdas con aspiraciones de formar Gobierno o de contrarrestar el discurso euroescéptico, nacionalista y anti inmigración del Fidesz. En la República Checa, el Partido Socialdemócrata pasó en las elecciones del pasado octubre de ser el partido del Gobierno y el más votado a la sexta posición, y en Austria, el SPÖ está estancado desde 2013 en el 26,8 % de los votos, el peor resultado de su historia.
La socialdemocracia sigue siendo una de las fuerzas más votadas en los países escandinavos, pero ha retrocedido de forma notable en parte por el ascenso de fuerzas de corte xenófobo que se han ido consolidando hasta formar gobiernos (Noruega) o apoyarlos desde fuera (Dinamarca).