Constanza, La Vega. Encumbrada entre las montañas de Constanza, provincia La Vega, a más de mil metros por encima del nivel de mar y con caminos poco accesibles, la comunidad de Los Limoncitos da la impresión de no tener mucho que dar, sin embargo, esto está muy lejos de la realidad. Sus comunitarios han demostrado que tienen todo lo que necesitan para ser los impulsores de su propio desarrollo.
Durante casi dos décadas, lucharon sin cansancio aportando su tiempo y horas de trabajo por un sueño: tener energía eléctrica. Su constancia y el apoyo del Programa de Pequeños Subsidios del Fondo para el Medio Ambiente Mundial-Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)-(PPS-SGP/FMAM/PNUD), el Ministerio de Energía y Minas (MEM), la Fundación Popular, Guakía Ambiente, Fondo Marena, el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, y la Red Dominicana para el Desarrollo Sostenible de las Energías Renovables (REDSER), se conjugaron para que hoy, esta remota comunidad pueda contar con un sistema de micro hidroeléctrica.
Son más de 84 familias (420 habitantes) las que hoy pueden tener acceso a tomarse un vaso de agua fría o una soda. Sí, como leíste, una acción que para muchos de nosotros es cotidiana, para ellos, es ahora cuando empieza a estar al alcance de la mano.
“Cuando no había luz esto era un cementerio”, dice Santos Rosado, mientras atiende su colmado, donde ahora puede vender refrescos fríos y conservar más sus mercancías.
Doña Clemencia Suero también estaba en su colmado cuando comentó que la única fuente de iluminación en las noches era la cuaba, las velas, o comprando baterías, inversores y paneles, y gastaban mucho dinero que ahora se pueden ahorrar. Así, la hidroeléctrica, además de generarles comodidad, también ha reducido sus gastos.
“La primera vez que llegó la luz, eso fue una alegría, una claridad por donde quiera”, dice seguida de una carcajada. También comenta que agradeció a Dios por darle la oportunidad de beber agua fría. “Porque nos estábamos quemando”, enfatiza.
Cada hogar cuenta con una disponibilidad promedio de 480 vatios de electricidad, la cual es controlada por un limitador de energía de 4 amperios. Los negocios y las pequeñas empresas disponen, si así lo requieren, de hasta 720 vatios, mediante el uso de un limitador de energía de 6 amperios.
“El manejo en la casa era un poco crítico. No podíamos usar casi nada eléctrico, pero ya la cosa cambió. Yo ahora pongo la lavadora y me pongo a ver mis novelas, antes eso no era posible”, dice Joely De los Santos Victoriano, una ama de casa que tiene más de una década en esta comunidad.
“Mi calidad de vida ha cambiado en un 100%, yo casi antes no paraba en mi casa, me iba para el pueblo, pero yo no, ahora yo paso la mayoría del tiempo aquí”, comenta.
La alegría del esposo de Joely va más allá. “Antes no teníamos nada, ahora tenemos una parábola y nos enteramos de lo que pasa en el mundo…si le explico cómo me siento se me saldrían las lágrimas”, indica Juan Emilio Abreu residente en esta comunidad desde hace más de 30 años.
El sistema hidroeléctrico tuvo un costo de poco más de 25 millones de pesos, y aprovecha el agua del arroyo Los Limoncitos, impactando también de manera positiva la escuela de la zona.
“Antes del proyecto hidroeléctrico Los Limoncitos las clases se daban aburridas porque no había formas de conectar las tabletas que mandó el gobierno, las computadoras, había televisión y bebedero y no se podía usar. Era todo oscuro, pero después del proyecto todo cambió, los niños están contentos usando sus tabletas, hay más armonía, es como un sueño hecho realidad”, narra Santos Ramírez, profesor en esta comunidad desde hace 27 años. Detalla que para hacer esto posible todos en la comunidad trabajaron en la obra, levantando tubos y todo lo que fuera necesario para materializar esta esperanza, aportando más de tres millones de pesos en horas de trabajo.
Esta obra también es una puerta de entrada para generar impactos positivos en los ámbitos social, ambiental y económico, especialmente para grupos vulnerables como la juventud y la niñez, a quienes se les facilita el estudio en horas nocturnas, así como el acceso a servicios en la estructura escolar. Desde ahora, los habitantes de Los Limoncitos también han entendido que deben cuidar los árboles porque si no hay agua, tampoco hay luz.
“Antes la gente quería irse a la ciudad, no tenían deseos de estar aquí, pero cuando se puso el proyecto hidroeléctrico empezaron a comprar equipos y ya nadie quiere irse”, agrega el profesor.
Los Limoncitos demostró, una vez más, que el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) solo serán posible con el impulso de todos y todas y la configuración de alianzas estratégicas que no dejen a nadie atrás.