A pesar de su nombre, que recuerda a la esplendorosa capital de Francia, no es una calle moderna, iluminada y bella ni florecen en ella la cultura y la ciencia. Pero en sus orígenes era por lo menos tranquila y sus humildes pobladores apenas escuchaban en los 50 el ruido de los escasos carros “Ford” o “Chevrolet” de Andrés González y de “Hipólito” en la “Parada 15”, recogiendo y dejando pasajeros del Este. El pasaje costaba RD$1.75 porque el galón de gasolina estaba a 41 centavos.
La París era una estrecha vía con modestas casas de tablas levantadas sobre montículos de tierra, que quedaban a un nivel más alto que el camino real, polvoriento y con hoyos.
Pero fue muy transitada, aunque estrecha. La recorrían a pie y algunos privilegiados iban y venían en bicicleta y en vehículos. Hacían compras o se entretenían en las sociedades Mutualista y Luz y Progreso, la farmacia Cristo Rey, de Manolo Rodríguez, o en los negocios de reparación de calzados y colmados del entorno.
“Era un cruce obligado”, recuerda Iván Rodríguez Pilier, exguerrillero y militante de izquierda, remontándose a 1959 cuando se trasladaba a la capital desde su natal Higüey acompañando a una tía. En 1976, se instaló junto a su esposa Miriam Mercedes y sus hijos Jorge Iván, Miriam Ivania, Raúl y Junior. Residió 29 años en esa París que después se convirtió en tormento y de la que debió salir en 2005 para no ser víctima de un infarto.
La popular arteria lució renovada en enero de 1977 cuando Joaquín Balaguer inauguró un complejo de edificios que supuestamente iban a “revalorizarla”. Entonces, la París se convirtió “en una delicia” y así permaneció varios años.
En los apartamentos, descritos como “de fachadas agradables con muchos frentes, para mejor asoleamiento y ventilación” vivieron reconocidos intelectuales, artistas, periodistas, abogados, médicos, maestros y hasta un exvicepresidente de la República.
“En esa época todo el mundo quería vivir en la París”, recuerdan Jorge Iván Rodríguez y Fausto Monegro, quienes acompañan a don Iván en el relato de lo que fue esa avenida a partir de la construcción de los multifamiliares.
Chichí Peralta, Felvio Rodríguez, Adriano de la Cruz, Rafael Echavarría, Jorge Rivas Ferreras, Pedrito Félix, el músico “Pío”, Mercedes Amador de Brea, Ángel Gabriel Núñez, Orfelina Castro, Felipe Urraca, Miguel Monegro, Ramona de Aybar y Juan Virgilio Rodríguez fueron de los primeros ocupantes. Algunos pertenecieron a la combativa Junta de Vecinos. El exvicepresidente Segundo Armando González Tamayo tuvo allí su domicilio.
Fausto Monegro vino a residir con su abuelo, Miguel Andrés Monegro, en 1979 cuando se inscribió en la carrera de agronomía de la UASD. Después, en 1982, se trasladaron sus hermanos y sus padres Miguel Andrés Monegro e Hilda Ramos, hasta 1996. “Era una calle vivible, me sentaba en el balcón a leer”, expresa Monegro.
“De 1976 a 1982, la París era un reinado”, significa, pero a partir de finales de los 90 pasaron “de la gloria al infierno”, acota Jorge Iván, creador y primer presidente de la junta de Vecinos que logró al principio mantener el orden y la limpieza en la París.
Pero los tres, como casi todos los primeros propietarios, salieron derrotados por los intereses de comerciantes, vendedores ambulantes y de las propias autoridades del orden. Jorge Iván conserva las secuelas de la agresión de un poderoso negociante.
A pesar de las agresiones lograron recuperar la belleza y la organización en la París, pero hoy Jorge comenta con determinación, sin nostalgia: “Ya por ahí no se puede vivir”.
Después se construyó el elevado de la avenida 27 de Febrero y la París quedó arropada, más inhabilitada para una vida pacífica. Se improvisaron otros negocios y se estrenaron modalidades de robos. Los vicios dijeron presente.
Mejores tiempos. En “la época buena” la París “era limpia, bien bonita, los parqueos asfaltados, no había vendedores en la calle y los tres tipos de apartamentos que construyó Balaguer estaban bien estructurados”, recuerdan. En Navidades, el ayuntamiento adornaba la vía.
Permanecían casuchas a las que el Gobierno colocó el título de censadas, para derribarlas y construir modernas, pero ahí permanecen, al igual que callejones que Balaguer anunció que desaparecerían. A pesar de las diferencias, imperaba una ejemplar unidad comunitaria, dicen.
“Ese complejo de edificios tenía una cisterna que abastecía de agua hasta las cuartas plantas”, pero fue eliminada para construir una “Plaza de buhoneros” que no cumplió sus objetivos, afirman.
Los niños jugaban con placidez en los parqueos; visitaban la librería de Felvio Rodríguez, quien antes regenteaba un supermercado; asistían con sus padres a la cafetería “Rauly” o se retrataban en el estudio fotográfico de Milvio Pérez.
En su ir y venir pasaban por “Junior sport”, la casa de cambio “Chicot” o por el local de la discoteca “Manny” que no frecuentaban por sus edades.
Recuerdan a “Pío”, el tamborero de Johnny Ventura, que era su vecino, y tenían el privilegio de ver en vivo, como después a Chichí Peralta con quien manifiestan con admiración, que jugaban “vitilla” y conversaban en los estacionamientos, entonces libres.
En 1988 la París comenzó a declinar como ambiente para una vida digna.
Iván y Jorge Rodríguez y Fausto Monegro relatan sus inútiles esfuerzos porque la París mantuviera el fulgor que ellos le impregnaron con sus luchas.
La calle. Parece que antes de llamarse París, se denominó Hatuey porque en un plano de 1924 se le identifica como “París o Hatuey”. Está localizada en Villa Francisca. Es probable que lleve este nombre desde la época de la Ocupación norteamericana de 1916-1924. No se encontraron la resolución ni datos de su inauguración.
El 23 de enero de 1966 se inauguraron 36 viviendas y 12 salones comerciales. “Las viviendas cuentan con todo el confort necesario e indispensable para comodidad de sus moradores y para el mejoramiento de su nivel de vida”, decía el espacio pagado. El valor total de las obras ascendió a 692 mil 363 pesos con 84 centavos. Estuvieron a cargo de los ingenieros José Miguel Mondesí, Rafael Tomás Hernández, Rafael Barreiro Jubileo, Fernando E. Acosta, Miguel Esteban Prieto y José Alfredo Collins.
El 5 de diciembre de 1976 se habían inaugurado 102 viviendas y ocho espacios para oficinas en el “proyecto habitacional de la calle París”.
Pedro A. Cambiaso Lluberes, subadministrador de Bienes Nacionales, manifestó en la ocasión que con las nuevas obras la calle quedaba liberada “del penoso y traumatizante espectáculo que ofrecía”. ¿Sería más traumático que el de hoy?