Muy someramente nos referimos a la islita Catalina cuando escribimos acerca de la ciudad de La Romana, por ser un sitio de atracción turística de esa progresista comarca.
Sin embargo, vamos a ofrecer detalles sobre este promontorio de tierra, llamado por los indígenas con el nombre de Toeya y bautizada por cl almirante Don Cristóbal Colón con el nombre de Santa Catalina.
La Catalina está situada a 60 millas de la ciudad capital, a 21 de San Pedro de Macorís y a sólo 5 de La Romana.
Esta isla es de forma triangular y está separada de tierra firme por un estrecho situado entre los ríos Cumayasa y Dulce de La Romana.
Los terrenos de la pequeña isla son secos, áridos y planos. Su altura sobre el nivel del mar varía desde 10 a 22 pies.
Dos playas son sitios de atracción de los visitantes a la diminuta isla, una de tamaño pequeño situada al este y la otra, al sudoeste.
Esta última playa está formada por una bella ensenada bordeada de cocoteros.
La isleta presenta una vegetación boscosa, compuesta por árboles llenos de espinas de lento crecimiento por la aridez del terreno y la falta de agua.
Actualmente la Catalina cuenta con un pequeño caserío militar.
Sus escasos habitantes se abastecen de agua de un molino de viento, su tierra sólo es apta para caña de azúcar, yerba de guinea y sisal, sólo si tiene canales de riego.
En las aguas circundantes abundan variedades de peces, entre ellos guatapaná, jurel, carne y balajú.
Debido a que los navegantes confundían esta isla con La Sana, muchos buques encallaron y naufragaron al ir a parar a este promontorio.
Por esa razón el gobierno dispuso la construcción de un faro que advierte a las embarcaciones la cercanía de tierra.
Recientemente la Isla Catalina ha sido incluida en los itinerarios que realizan trasatlánticos que recorren las islas del Caribe.
Sus pasajeros son trasladados en pequeños botes al islote para visitarle y recoger su pequeña extensión, dándose baños de sol así como disfrutando de las tibias aguas de sus playas.