El comienzo de la vida de las personas es un periodo en el que somos especialmente vulnerables y que al mismo tiempo puede determinar cómo será nuestra salud durante el resto de nuestra existencia. Por ello, es especialmente importante saber detectar y atajar cualquier problema que pueda surgir.
Formas de ictericia inofensiva
Una condición relativamente común en los recién nacidos es la ictericia, una coloración amarillenta en la piel y los ojos como resultado de un exceso de bilirrubina en la sangre.
En principio, esto es normal: a medida que el bebé crece en el vientre de la madre, la placenta es la que cumple la función de eliminarla del cuerpo del bebé, y no es hasta pasado un poco de tiempo tras el nacimiento que el hígado comienza a ocuparse de ello. Cuando hay un pequeño desfase y se produce esta forma de ictericia, no suele ser grave y normalmente desaparece por sí sola al cabo de unas semanas.
Además, en los lactantes pueden aparecer dos formas más de ictericia inofensiva: una cuando el bebé tiene algunas dificultades para alimentarse o extraer la leche del pecho materno en la primera semana de vida, y otra durante la segunda y la tercera semana de vida cuando la composición de la propia leche materna afecta al procesamiento de la bilirrubina en el hígado.
Cuándo es un problema grave
Aunque en cualquier caso el médico que esté realizando el seguimiento de nuestro bebé vigilará su caso concreto, hay algunas situaciones que sí pueden provocar ictericia grave.
Entre ellas, están trastornos que afectan a la forma de las células sanguíneas (como la anemia drepanocítica), incompatibilidades entre el grupo sanguíneo del bebé y el de la madre, sangrado bajo el cuero cabelludo por un parto complicado, niveles demasiado elevados de glóbulos rojos (común en bebés demasiado pequeños para su edad), infecciones congénitas (rubéola, sífilis, hepatitis…), defectos congénitos del hígado, falta de oxígeno (hipoxia), distintos trastornos hereditarios y falta de enzimas importantes.
No existe, en principio, un tratamiento en común para todas estas formas de ictericia, ya que va a depender enteramente de la causa de fondo. Lo mismo sucede con las consecuencias de no atajar el problema, aunque teniendo en cuenta la fragilidad del niño en este momento de la vida, muchos de los problemas mencionados pueden conllevar complicaciones vitalicias o incluso la muerte.
En cualquier caso, hay que destacar que cualquiera de estas condiciones debería ser detectada como parte del seguimiento rutinario al que se somete a los neonatos, y que será el especialista quien prescriba las pruebas y los tratamientos pertinentes para hacer frente al problema concreto del bebé.