SANTA CRUZ DE EL SEIBO.-De tres áreas edificadas en la pequeña colina que flanquea la avenida Manuela Diez Jiménez en el centro de Santa Cruz de El Seibo, una, la del centro, donde ha sido construido un edificio para convenciones junto a otros dos de valor histórico y un aljibe, hay una historia económica y al parecer política.
Las tres edificaciones y el aljibe, rodeados de yerba y dejados al abandono han sido pensados, en realidad, para un teatro o centro de convenciones, biblioteca, escuela de música y una de artes plásticas donde estuvieron la cárcel y el comedor en los días del gobierno de ocupación de los marines entre 1916 y 1924.
Una tercera edificación, la cárcel de mujeres, ya había sido derribada para hacerle espacio al Hotel Santa Cruz, una ruina que ahora no debe valer un centavo.
El teatro o centro de convenciones es de reciente construcción, pero el estilo arquitectónico armoniza con los otros dos, que tienen un valor histórico para el pueblo dominicano en sentido general y El Seibo en lo particular.
Los gavilleros
En esta colina estaba la guarnición militar de las fuerzas de ocupación cuando pactaron, en el verano de 1918, con el caudillo guerrillero Vicente Evangelista la pacificación de la región a cambio de la gobernación de San Pedro de Macorís y de allí, ciertamente, fue conducido a la que era entonces la ciudad portuaria más importante del país y ejecutado en una de sus calles cargado de cadenas como un gavillero.
Allí se sentaba el teniente Rafael Leonidas Trujillo Molina, mirando hacia el oeste o en dirección de la capital, a tomarse un mabí, de acuerdo con una referencia de la arquitecta Soraya Chaín, que no lo vio, pero se lo contaron vinculados a la familia que produce todavía este refresco icónico.
Este conjunto cultural está hoy rodeado de maleza, hecho que no impide apreciar las líneas arquitectónicas republicanas de las estructuras y una calle acaso peatonal.
En Santa Cruz de El Seibo le dicen a este conjunto Casa de la Cultura y quizá no saben que ahora el ministerio del ramo licita por más de 40 millones para la conclusión de una obra iniciada hace más de 20 años con un presupuesto de tres millones de pesos para un edificio, luego se hizo un reajuste por ocho millones por la ampliación del proyecto y al parecer Cultura se propone ocuparse de la obra, que según la arquitecta Chaín, está avanzada en un 80 por ciento.
Así empezó
Entrevistada acerca de la denominada Casa de la Cultura, Soraya, la diseñadora inicial, explica que ella y el ingeniero Guido Nieto ganaron un sorteo hecho por el gobernador de entonces, Gerardo Apolinar Aquino, en diciembre del año 1996 y que al iniciar el año siguiente, el 97, empezaron a trabajar hasta el 98, cuando les quitaron el contrato tras el paso del huracán.
El diseño original, al parecer todavía en ejecución, incluye una calle peatonal entre los tres edificios con jardineras y pequeñas plazas con bustos de seibanos destacados.
Acceder ahora a esta obra abandonada es un poco complicado. Hay que hacerlo por el acceso del hotel, también en ruinas, o por el lado de la Policía, en el extremo oeste de la colina.
Soraya dice que el diseño contempla dos accesos, uno peatonal desde la avenida Manuela Diez Jiménez, labrado en la roca, y otro vehicular por la misma calle de acceso al hotel.
Al otro lado la colina tiene una fuerte pendiente que sirve de contención a las aguas del río Seibo y en esa parte, según la entrevistada, podría ser construido un mirador hacia el río y hacia el conjunto orográfico al norte del pueblo, que muestra algunas de las montañas marginales de la cordillera Oriental.
“Que hagan un diseño que aproveche ese río, en esa colina por la parte de atrás. ¿Tú te imaginas, junto con la Plaza de la Cultura, la belleza que eso representa?”, declara con aire poético en sus palabras.
Otras manos
En la actualidad, de acuerdo con Chaín, el proyecto está bajo la responsabilidad de la contratista Dilcia Morales, que ha conservado el diseño original, pero que al parecer ha sido perjudicada por ladrones de cables y otros equipos eléctricos en la obra.
Soraya aspira a que esta plaza, si es que alguna vez es terminada, sea mantenida al margen de la presión de los compañeros del partido de turno.
“Debe de estar regida por un patronato de personas responsables, de El Seibo, no importa partidos políticos. Personas que se preocupen y que sepan de cultura de El Seibo”, dijo en la conversación.
De momento, allí se está perdiendo todo. Entre la maleza que rodea los edificios se pueden encontrar chatarras de carros chocados y montones de boñiga dejada por los caballos de algún seibano que lo aprovecha como pastizal.
Una promesa
— Tenor seibano
El tenor Francisco Casanova, a quien en El Seibo apodaban Chiqui en su primera juventud, cantó desde allí cuando estaba siendo remodelado el entorno y prometió que lo haría en la inauguración.