El vertedero de Duquesa está cambiando con la aplicación del cierre técnico que iniciaron las autoridades hace siete años bajo la responsabilidad del Misterio de Medio Ambiente, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y las Agencias de Cooperación Española y de Japón que aportan en lo económico y la parte técnica.
Incendios, malos olores y retrasos en el vertido de residuos sólidos han sido superados, aun en los tiempos de lluvias, pero persiste uno de los problemas más inquietantes: los lixiviados, que siguen corriendo constantemente como afluente negativo al podrido río Isabela.
Las autoridades se han enfocado en la primera fase, un área de 20 hectáreas (200,000 metros) que logró la cota de los 60 metros recomendados por técnicos de las agencias participantes. La idea es que el millón y algo del área total de Duquesa tenga una altura uniforme en residuos sólidos de 60 metros.
El BID aportó casi un millón de dólares para la investigación del proceso de solución y los estudios que permitirán construir un relleno sanitario en otro lugar con todas las exigencias para no afectar al medio ambiente. Se estima que el costo total del cierre técnico de Duquesa supera los 100 millones de dólares.
¿Qué se ha hecho?
La actual administración del Ministerio de Medio Ambiente, junto a las agencias de cooperación, consiguieron habilitar las primeras 20 hectáreas de la parte noreste del basurero. En principio fueron sembrados árboles de diversas especies como parte del cierre técnico, pero alegadamente el terreno no facilitó su crecimiento.
Tampoco están los tubos por los que descargaban el gas metano y aunque se contempla en el cierre técnico de la primera fase, todavía no se retoma esa parte. Se pretende colocar 13 pozos para la extracción del gas con el objetivo de ser utilizado en las bombillas y probablemente en algunos de los equipos que van a estar constantemente trabajando en el cierre técnico.
Lo que sí se ha logrado es nivelar el terreno para luego proceder a su estabilización, de igual modo el acondicionamiento de los perfiles o taludes en la parte oeste para evitar derrumbes y cubrir con arcilla los residuos colgantes que por años mostraban una imagen desagradable y peligrosa.
Yvelisse Pérez, directora de Gestión Integral de Residuos Sólidos del Ministerio de Medio Ambiente, describe lo que se hará en esos 200,000 metros. «Se van a construir dos canchas de basquetbol, dos canchas de softbol, dos canchas de voleibol, ocho gazebos, área de recreación, área verde, baños, vestidores, cocina y dispensario médico». Se tiene contemplado que, al principio de año 2025, ya esté todo construido y en funcionamiento.
Se estima que ya el 85 % del terreno de las 20 hectáreas está listo y el restante 15 % estaría concluido en los próximos meses y, terminada esta fase, se trabajará en el cierre de otras zonas que han llegado a la cota de los 60 metros de residuos para ir cerrando hasta completar la totalidad del terreno en unos cinco años, tiempo en que las autoridades deberán buscar una solución el destino final de los residuos amigable al medio ambiente.
Los lixiviados
Al principio del proyecto se contempló construir lagunas y plantas de tratamiento para los lixiviados e incluso se analizó la posibilidad de canalizar los residuos humanos hacia la planta de tratamiento La Zurza, en la avenida Jacobo Majluta donde se procesa parte de la descarga sanitaria de barrios del Distrito Nacional, sin embargo, los planes han cambiado y, como informa Pérez, hay otras formas de manejar esos líquidos.
«Las tecnologías van innovando y luego de las visitas que hemos hecho (a España, Japón, México), en esa transferencia de conocimiento, nos hemos dado cuenta de que se pueden hacer, no lagunas, sino cárcamos para la reinfiltración de ese líquido de lixiviados hacia la masa de residuos, que va a hacer un reciclaje continuo».
Consiste en mantener húmedo los residuos y para eso se va a utilizar un generador eléctrico que permitirá la recirculación de esos líquidos el área, la masa de residuos y no haya necesidad de que los lixiviados salgan del entorno. Para ello se contempla construir drenes con geomembranas que impidan la infiltración.
Mientras tanto las aguas contaminantes siguen llegando al río Isabela y a los poblados de los alrededores del basurero como el caso del barrio Duquesa que recibe la mayor descarga de los líquidos que provienen del vertedero. Aquí hay varias escorrentías: una de los lixiviados color café y mal oliente que provienen de la infiltración de los residuos y otros de color materia fecal que corren cuando los camiones que transportan esos residuos descargan en el vertedero y corren hacia el declive suroeste del basurero.
Aquí el mal olor es insoportable y aunque viven familias a escasos metros del lugar, nada se hace para evitar que la confluencia de los líquidos corra si parar hacia su destino final: el río Isabela, distante a poco más de 2 kilómetros del lugar.