El 21 de Enero de 1691 se libró en Sabana Real o de la Limonade la célebre batalla que inmortalizó al Maestre de Campo Don Francisco Miniel. Corresponde al Ese, Seibo e Higüey, según el historiador Fray Cipriano de Utrera el mayor número de hombres que sabían manejar el machete, arma que Moreau de St. Méry mienta en su obra como poderoso artefacto del criollo dominicano para abatir reses montaraces, y ya sabemos que al este de Higüey se hallaban las más notables y ricas porciones que terreno llamadas de montería.
Estos, pues, alistándose en calidad de buenos artistas del machete, acudieron al llamamiento que en aquella ocasión se les hizo, y sea que estuvieran debajo de las ordenes de Don Antonio Miniel, que mandaba a los lanceros, que permanecieron pecho por tierra hasta recibir órdenes de levantarse y acometer, sea que los propios lanceros hayan de entenderse ser los macheteros de Higüey y del Seibo, no a las lanzas cabalmente ni a las escopetas y lombardas, sino al espantable y terrible machete en combinación con las demás armas, se debió que, cercenada la cabeza del gobernador francés y las de sus oficiales, el triunfo se lo anotaron por suyo los españoles. (Dilucidaciones históricas. Tip. Dios y Patria. SD, 1927, pág.192).
Refiere la tradición que los orientales invocaron la Divina Protección de la Santísima Virgen de la Altagracia en lo más comprometido de la acción guerrera, y ese fue el motivo por el cual acordaron celebrar todos los años como día de Acción de Gracias a Nuestra Señora la fecha aniversaria de tan resonante triunfo, acaso el primer palpito de vida de la nacionalidad dominicana.
Como testimonio de aquel triunfo, el machete que, manejado por anónimo soldado cercenó la engreída testa del gobernador Cussy en medio del fragor de la batalla, fue colocado como ofrenda en el santuario de Higüey, en donde permaneció hasta la vigilia de la dominación francesa. (Memoria de la Basílica Menor… Pág. 10).