Santo Domingo. La llamada ”Villa de las Hortensias” se encuentra ubicada en la región Norte del país y cuenta con los municipios de Bonao (municipio cabecera), Maimón y Piedra Blanca. Sus calles destilan arte e historia por doquier. A continuación, algunos puntos estratégicos.
La Voz del Yuna
Una parada obligada para reencontrarte con la historia, la cultura y los cimientos de la comunicación dominicana lo es el Museo de la Voz del Yuna, inaugurado el primero de agosto de 1942, una de las primeras emisoras de radio de República Dominicana.
La estructura donde hoy está instalada fue construida en 2015 por el Consejo de Desarrollo Ecoturístico de Monseñor Nouel, y alberga tres espacios: La emisora, el museo, y la sala del recuerdo. Una visita guiada por la historia de la emisora, junto a la apreciación de objetos utilizados en sus inicios, sin dudas es un viaje en el tiempo… Ver en funcionamiento una vitrola de megáfono de 1906 (aparato que se utilizaba para reproducir los discos); observar la máquina de escribir en la que otrora se redactaba el guión de la emisora y hasta el pequeño abanico que se utilizaba en la cabina, junto a otros instrumentos musicales forman parte de las atracciones del museo.
Se pueden apreciar fotografías de los directores y locutores que se destacaron en épocas pasadas, así como los artistas nacionales e internacionales que visitaban la radiodifusora como, Libertad Lamarque, Celia Cruz y la Sonora Matancera; Alberto Beltrán, Rafael Colón, Niní Cáfaro, Joseíto Mateo, entre otros.
En el segundo nivel, se encuentra la Sala del Recuerdo, que tiene a la entrada un imponente piano de cola antiguo, una amplia y confortabe sala multiusos, donde se proyecta un trabajo audiovisual sobre la importancia y orgullo que representaba la emisora, y la cabina actual desde donde se transmite la programación educativa de La Voz del Yuna. Abierto al público de lunes a sábado.
Museo Plaza de la Cultura
El actual Museo Plaza de la Cultura fue en sus inicios (1987) una propuesta del maestro Cándido Bidó, oriundo de Bonao, quien junto a un grupo de munícipes creó un modesto centro para formar niños y jóvenes en las artes. Debido al trabajo que allí se realizaba se despertó el interés de los más grandes y pasa a ser una escuela que acogía también adultos. Para 1992 se convirtió en una plaza cultural que concentra escuela de arte, museo y centro cultural, convirtiéndose en un centro plural que acoge a todas las artes de la región Norte.
Desde que pisas las aceras de la plaza entras en contacto con el arte, apreciando en los espacios exteriores el cautivante y característico colorido que caracteriza la obra del maestro de la plástica, Cándido Bidó.
Posee tres niveles que albergan una rica colección artística con obras diversas. En el primero se puede apreciar la Exposición Temporal y en el segundo, la Colección Permanente; en ambos, el visitante podrá deleitarse con obras que inspiradas en el arte taíno, africano, latinoamericano y nacional. Entre estas, se destacan trabajos de respetados maestros de las artes como Fernando Ureña Read, Guillo Pérez, Elsa Núñez, Antonio Guadalupe, Juan Medina, Machacho Hernández, entre otros. Y en el tercer nivel se encuentra la Colección Retrospectiva del maestro Cándido Bidó, una recopilación de sus obras desde los años 50´s hasta los realizados poco antes de morir.
Expone también interesantes vestigios arqueológicos taínos; dibujos, piezas talladas en madera y otras en barro. En el patio exterior se encuentra el centro de capacitación donde imparten cursos sobre música, danza, pintura, entre otras expresiones de las bellas artes. Abierto al público de lunes a viernes.
Casa Museo de Cristian Tiburcio
Se trata de una casa familiar donde literalmente, vive el arte. Un espacio, cuya peculiaridad se advierte hasta sin haber entrado, pues sus paredes exteriores están cubiertas de miles de “pedacitos de cerámica”, anunciando el preámbulo de lo que hay en su interior.
Cristian Tiburcio nunca imaginó que lo que, en principio sería su casa familiar, con el tiempo se convertía en un museo. El artista empezó embelleciendo una ventana con cerámicas de colores que quedaron armónicamente colocadas. Luego decidió revestir la puerta, las columnas, la cocina… Y así, sin proponérselo, toda la casa se convirtió en arte.
La casa maravillaba a los amigos y familiares que le visitaban, se fue corriendo la voz y cada día, más personas querían entrar a ver las coloridas creaciones de Tiburcio, marcadas por la influencia del maestro Cándido Bidó, con quien pasó 25 años aprendiendo y trabajando.
Todos los ajuares de la casa están convertidos en arte. Las escaleras, las puertas, el techo, la licuadora…hasta el inodoro están impregnados de la expresión artística de Tiburcio, haciendo vivir al visitante una experiencia casi irreal. Actualmente se está desarrollando un proyecto para elaborar un jardín de esculturas gigantes en el espacio exterior de la casa.
Tomado del Listín Diario